HOY CONOCEMOS A SARA ROSALES
Sara nació en la ciudad de Mendoza, estudió en la Academia
Provincial de Bellas Artes, donde egresa con el título de Profesora de Dibujo y
Pintura.
Sus obras se encuentran en colecciones privadas de
Argentina, Israel, España, Venezuela, Italia, Estados Unidos, Chile.
Ha ilustrado numerosas revistas literarias y libros de
autores mendocinos. Como diseñadora de vestuario en la Fiesta Nacional de la
Vendimia( 1989, 1993, 1997, 1995, 1996).
Ha participado en más de 160exposiciones colectivas hasta la
fecha.
Conversar de la obra de Sara Rosales nos remite a la mujer y
estoy hablando de ella misma, de esa mujer, Sara, que sin poner freno a ninguna
pasión, vivió, vive y vivirá desafiando desde su postura artística.
La vida de esta artista nos transmite la búsqueda de las verdades últimas, la lucha interminable y desgarrante que significa vivir y el encuentro con la paz de la mujer que ha sabido transitar entre las tormentas y salir de ellas con serenidad y humildad sin que eso apague el eterno volcán que lleva encendido en su interior.
Lo primero que se advierte en las obras de Sara es la potencia con que planta sus enormes telas, esa capacidad de zambullirse para dejar en ellas la caligrafía de una hermética experiencia, fruto de sus espectaculares impulsos y de una singular fusión de pensamiento e intuición que nos lleva a lo impensado, o sea a esa región donde se establecen imponderables tensiones.
La serie misterio y seducción esta dentro de lo que la pintora narra en su obra de vida: la identificación con sus personajes femeninos transformados en aves luminosas y luego otra vez en piel y luz.
En la larga contemplación íntima, pinta bajo el encantamiento de cierta luminosidad cálida o del rayo intempestivo que hace traslúcidos los colores y texturas, todo envuelto en una batalla de luces y sombras. Aparecen de pronto ambiciosas composiciones con un impactante contenido que logra una alta tensión anímica y una atmósfera a la vez acariciante y febril.
Los climas sugerentes que casi materializan el silencio y el susurro, muestran mujeres suspendidas desde una irrealidad privada y atemporal que no desnudan sus cuerpos, pero como dentro de un ritual que sólo se entiende y se da a conocer a las iniciadas, exhiben sus almas.
El dolor y el amor en el ser no muestran el desgarro verídico sino las vivencias contenidas y asumidas, “el otro”, personaje oculto es casi una sugerencia que sólo es completada por “la mujer”: la protagonista.
Sara no dice, insinúa y deja que la ilusión se convierta en pintura.
El color en la artista transforma su materia química para expresar estados anímicos, buscando lo simbólico.
El abordaje de lo mixto, el collage, en este caso nos acerca la realidad transformadora del cuadro, insistiendo en un extraño mundo que fluctúa desde los extremos de lo real y lo pictórico.
Desde la contemplación de la obra, Sara provoca la inquietud que lentamente se transforma en paz, en este clima intimista y onírico, los cuerpos son los emanadores de una luz propia que expresan el sentir del ser.
Esta obra no puede explicarse con la razón y no hay ley física que pueda controlarla.
La pintura de género en Sara Rosales se impone sin agresiones y sin teorías banales y desde la permanencia de lo femenino expresado desde los múltiples significados que esta palabra puede contener.
En su obra, la artista, logra articular un imaginario que posee lógica y coherencia interna, sobre las bases de series temáticas en las que cada obra individual no es más que otra variedad o divertimento de lo que su percepción advierte, registra y transfiere a los soportes.
Cierro los ojos y durante un tiempo que siempre será escaso y corto, su factura, estructurada en el rigor del dibujo, sugiere y devela las evidencias de los temas tratados, en una simplificación esencial y pulcra, de pigmentaciones límpidas, donde las técnicas y herramientas, facilitan la depuración de su lenguaje gráfico y cromático, tan evocador y espontáneo como clarividente, pleno de superficies desafiantes e imaginativas.
He soñado, y me he transformado; estos estados que me sorprenden llegaron a través de una persona irrefrenable, intensa y que día a día nos hereda la posibilidad de transitar por otros mundos que tienen la virtud de sanarme el alma.
La vida de esta artista nos transmite la búsqueda de las verdades últimas, la lucha interminable y desgarrante que significa vivir y el encuentro con la paz de la mujer que ha sabido transitar entre las tormentas y salir de ellas con serenidad y humildad sin que eso apague el eterno volcán que lleva encendido en su interior.
Lo primero que se advierte en las obras de Sara es la potencia con que planta sus enormes telas, esa capacidad de zambullirse para dejar en ellas la caligrafía de una hermética experiencia, fruto de sus espectaculares impulsos y de una singular fusión de pensamiento e intuición que nos lleva a lo impensado, o sea a esa región donde se establecen imponderables tensiones.
La serie misterio y seducción esta dentro de lo que la pintora narra en su obra de vida: la identificación con sus personajes femeninos transformados en aves luminosas y luego otra vez en piel y luz.
En la larga contemplación íntima, pinta bajo el encantamiento de cierta luminosidad cálida o del rayo intempestivo que hace traslúcidos los colores y texturas, todo envuelto en una batalla de luces y sombras. Aparecen de pronto ambiciosas composiciones con un impactante contenido que logra una alta tensión anímica y una atmósfera a la vez acariciante y febril.
Los climas sugerentes que casi materializan el silencio y el susurro, muestran mujeres suspendidas desde una irrealidad privada y atemporal que no desnudan sus cuerpos, pero como dentro de un ritual que sólo se entiende y se da a conocer a las iniciadas, exhiben sus almas.
El dolor y el amor en el ser no muestran el desgarro verídico sino las vivencias contenidas y asumidas, “el otro”, personaje oculto es casi una sugerencia que sólo es completada por “la mujer”: la protagonista.
Sara no dice, insinúa y deja que la ilusión se convierta en pintura.
El color en la artista transforma su materia química para expresar estados anímicos, buscando lo simbólico.
El abordaje de lo mixto, el collage, en este caso nos acerca la realidad transformadora del cuadro, insistiendo en un extraño mundo que fluctúa desde los extremos de lo real y lo pictórico.
Desde la contemplación de la obra, Sara provoca la inquietud que lentamente se transforma en paz, en este clima intimista y onírico, los cuerpos son los emanadores de una luz propia que expresan el sentir del ser.
Esta obra no puede explicarse con la razón y no hay ley física que pueda controlarla.
La pintura de género en Sara Rosales se impone sin agresiones y sin teorías banales y desde la permanencia de lo femenino expresado desde los múltiples significados que esta palabra puede contener.
En su obra, la artista, logra articular un imaginario que posee lógica y coherencia interna, sobre las bases de series temáticas en las que cada obra individual no es más que otra variedad o divertimento de lo que su percepción advierte, registra y transfiere a los soportes.
Cierro los ojos y durante un tiempo que siempre será escaso y corto, su factura, estructurada en el rigor del dibujo, sugiere y devela las evidencias de los temas tratados, en una simplificación esencial y pulcra, de pigmentaciones límpidas, donde las técnicas y herramientas, facilitan la depuración de su lenguaje gráfico y cromático, tan evocador y espontáneo como clarividente, pleno de superficies desafiantes e imaginativas.
He soñado, y me he transformado; estos estados que me sorprenden llegaron a través de una persona irrefrenable, intensa y que día a día nos hereda la posibilidad de transitar por otros mundos que tienen la virtud de sanarme el alma.
Una hermosa obra de una hermosa mujer
ResponderEliminarGRACIAS SERGIO, QUE GENTILEZA LA TUYA ¡ ME ESTIMULA A SEGUIR, EN ESTE CAMINO INCOMPARABLE. UN SALUDAZO
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